Las silenciosas voces de la tierra aún
siguen marginadas y discriminadas al igual
que en "La conquista" de Julio Argentino Roca.
Nosotros no podemos ser complices de tamaña
barbarie , por lo mismo compañeros les pido demos
la difusión del caso con la importancia que se merece.
Eduardo Visco: Sec. de Prensa y Difusión
"Doctrina en Marcha" PJ
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Por Ricardo Ragendorfer
La muerte de un aborigen y un policía fue el precio
de la represión a una
comunidad qom que reclama por sus tierras
ancestrales. Todo señala al
gobernador Gildo Insfrán como el artífice de la masacre
El gobernador formoseño Gildo Insfrán enarbola la
política educativa como su
bandera más preciada. Tanto es así que sueña
con fundar una universidad
agropecuaria en los alrededores de Laguna
Blanca, a unos 190 kilómetros al
norte de la capital provincial. Tal casa de
altos estudios ocuparía parte de
un predio de 600 hectáreas cedidas en 2007 –a cambio
de 150 mil dólares– por
sus presuntos propietarios, la familia Celía.
El problema es que aquellas
tierras son reclamadas por una comunidad de
la etnia *qom*, asentada en el
poblado La Primavera, cuyos integrantes mantienen
desde julio un corte sobre
la ruta 86. El martes hubo allí una feroz represión
policial; su saldo: dos
muertos –un aborigen y un uniformado– siete heridos
y 25 detenidos. Lo
ocurrido –casi una secuela tardía de la
Campaña del Desierto– desató una ola
de repudios por parte de organizaciones territoriales,
políticas, de
Derechos Humanos y representantes de pueblos originarios.
En resumidas cuentas, semejante situación sumió al
Poder Ejecutivo de Formosa en una
gravísima crisis institucional, cuyas consecuencias
son aún impredecibles.
Los hechos se desencadenaron a las siete de la mañana
de ese día, cuando un
grupo de civiles armados irrumpió en La Primavera,
junto con una partida
policial. Entre los primeros estaba el abogado
Ariel Celía, su primo Pedro
Luis y un cuñado, cuyo nombre de pila sería Orlando.
Portaban escopetas y
revólveres, al igual que el resto de sus acompañantes.
En aquella etapa del conflicto, los disparos fueron
gatillados al aire, ante
la mirada impávida de los efectivos.
Ello generó corridas y, luego, una
batalla campal, en la que los atacantes
iniciaron un estudiado repliegue.
Estudiado, porque en sus movimientos se
advertía el germen de una
provocación. Es que, en medio de los incidentes,
un suboficial dejó caer su
pistola reglamentaria sobre el pasto.
No fue, por cierto, una pérdida
accidental, sino un señuelo. Y al mismo tiempo,
la excusa de lo que
sucedería después.
Al caer la tarde de ese mismo 23 de noviembre,
La Primavera fue invadida por
un centenar de policías antimotines armados hasta
los dientes.
Habían sido
enviados por el ministro de Gobierno,
Trabajo y Seguridad, Jorge González, y
tenían una orden de desalojo suscripta por el
juez Raúl Mauriño. Su misión:
recuperar la pistola extraviada, la cual, al parecer,
se había convertido en
una razón de Estado.
Los originarios enfrentaron a los intrusos con
palos y machetes. El
estampido seco de los tiros producía un repiqueteo aterrador.
Unas 20 casas
fueron incendiadas. El primero en caer herido con
un balazo en el tórax fue
el poblador Sixto Gómez; idéntica suerte corrió
Samuel Garacete y otras
cinco personas, entre ellas, una anciana de 69 años.
Mientras tanto, a la
vera de la ruta 86 quedaría el cadáver de Roberto Gómez y,
junto a un
alambrado, el del suboficial Eber Falcón.
Dicen que éste fue atravesado por
un proyectil policial; lo que se dice: “fuego amigo”.
A partir de ese
momento, el máximo referente de la comunidad,
Félix Díaz, se convertiría en
el hombre más buscado de la provincia.
*El veterinario prodigioso. *En su idioma,
la etnia en cuestión se
autodenomina *qom* (hombre), en tanto que el vocablo
“toba” es en realidad
un mote despectivo de origen guaraní, y significa
“frente”, debido a que los
*qom* solían afeitarse la parte delantera del
cuero cabelludo. Por el mismo
motivo, los españoles los llamaban “frentones”.
A la llegada de éstos, en el
siglo XVI, los *qom* habitaban principalmente el Chaco,
y desde allí se
extendían a lo largo del río Bermejo y Pilcomayo.
Hacía el siglo XIX eran un
pueblo predominantemente cazador y recolector,
de costumbres seminómadas que
marchaba en pos de sus recursos alimenticios.
En la actualidad –según el
censo del Indec de 2001– hay unos 60 mil argentinos
que se consideran
integrantes de dicha etnia, la mayoría con residencia
en el Chaco y en el
oeste de Formosa. Los *qom* que aún se mantienen en
sus territorios
ancestrales –como lo es La Primavera– se agrupan
en comunidades rurales
regidas por comisiones vecinales y con líderes elegidos
democráticamente por
sus habitantes.
En 1940, el Estado Nacional reconoció que la
comunidad *qom* era la legítima
propietaria de las tierras ahora en litigio, y les
otorgó un título de
reserva sobre unas 5 mil hectáreas de superficie.
Sin embargo, la familia
Celía había adquirido meses antes una parte del
territorio a un hacendado
cuyo apellido era Villalba. La coexistencia
fue pacífica hasta 1985, cuando
se titularon las tierras para escriturarlas
a nombre de los originarios. En
aquel trámite se otorgaron unas 100 hectáreas más
por un vericueto
administrativo surgido dos años antes cuando se
realizaron los trabajos de
mensura. En 2007, los Celía denunciaron usurpaciones
por parte de la
comunidad encabezada por Félix Díaz. Sería el puntapié
inicial de las
hostilidades. A principios de este año, la familia que
se atribuye la
propiedad de esas tierras realizó nuevas denuncias por
usurpaciones que
cayeron en manos del juez Mauriño, quien ordenó el
desalojo. Ya se sabe que
el gobierno formoseño –en razón a su proyecto de
instalar una universidad en
la zona irregularmente adquirida a los Celía–
no es una parte desinteresada
en el asunto.
Aún así llama la atención el ahínco con el cual,
en los albores del siglo
XXI, un Estado provincial se involucra en un
conflicto anacrónico, propio de
un western ambientado hace 200 años. Tal vez en
ello haya influido la
naturaleza del hombre que desde 1995 rige el
destino de los formoseños.
Nacido en Laguna Blanca hace 51 años, el veterinario
justicialista Gildo
Insfrán ingresó a la política en 1983, al ser
elegido legislador provincial.
A partir de ese momento comenzaría a construir
la maquinaria que años
después lo catapultó en el poder. Primero como
ladero del mandatario Vicente
Joga, de quien fue vicegobernador entre 1987 y 1995.
En las elecciones de
ese año, luego de darle la espalda a su padrino
político, accedió al sitial
que todavía conserva, en base a una eficaz fórmula
que combina pobreza,
clientelismo y votos. Esto último, mediante un
sistema electoral basado en
la reelección indefinida y la Ley de Lemas.
Lo cierto es que la Formosa de
Insfrán es una suerte de feudo en plena democracia,
en el que la división de
poderes es una pura formalidad; tanto es así que,
por caso, del total de los
legisladores provinciales sólo hay un diputado opositor.
Dueño de un estilo
oportunista, lábil y ubicuo, Insfrán también depositó
sus ambiciones
políticas en el alineamiento incondicional y automático
hacia quienes
detentaran las riendas del poder a nivel nacional. Tanto
es así que supo ser
menemista ortodoxo, ferviente duhaldista e, incluso,
*adolfista* de la
primera hora, durante el fugaz paso de Rodríguez Saá por
el sillón de
Rivadavia. Ahora, claro, viaja en el trén del Frente par
a la Victoria. Tal
reacomodamiento, sin embargo, no afectó su impronta
autocrática en el
ejercicio de la primera magistratura provincial.
Prueba de ello fue, durante
la tarde del 19 de noviembre, la virulenta ocupación
del Colegio Nacional de
Formosa por parte de la Guardia de Infantería, con el
sólo propósito de
restablecer la disciplina entre los adolescentes que
allí cursan sus
estudios. Sin embargo, el ataque del martes a la
comunidad *qom* de La
Primavera podría significar para su futuro un
palmario punto de inflexión.
Ello se desprende del vendaval de reacciones
adversas que generó semejante
violación a los derechos humanos en los sectores
afines al Gobierno
Nacional.
*El día de la Raza. *Lo cierto es que diversas
voces son las que acusan al
gobernador formoseño de lo sucedido para desalojar
la zona adyacente a la
ruta 86.
Tal fue el caso del líder piquetero Luis D’Elía,
quien señaló a Insfrán como
el “autor ideológico indiscutible de la masacre
aborigen”, además de pedir
la intervención federal a Formosa; en ese sentido,
apeló a la “sensibilidad”
de la Presidenta para que el episodio signifique el
“final político” del
gobernador. A su vez, la titular de Madres de Plaza de Mayo,
Hebe de
Bonafini, denunció a Insfrán como “responsable de los
asesinatos y del
brutal desalojo”. Y exigió “juicio y castigo por estos
cobardes crímenes”.
En términos similares se pronunció la diputada
Silvia Vázquez, una ex
radical aliada al kirchnerismo, quien no dudó en
calificar a Insfrán de
“genocida”.
Mientras tanto, organizaciones sociales, sindicales
y políticas, entre ellas
la CTA, ATE y el Partido Obrero, marcharon en Buenos
Aires hacia la Casa de
Formosa para repudiar la represión. También
expresaron su rechazo Amnistía
Internacional, el Consejo de Participación Indígena y
el Servicio de Paz y
Justicia. A su vez, el Consejo Originario de Comunidades,
que agrupa a los
aborígenes de todo el país, convocó para el fin de semana
una cumbre a
efectuarse en las tierras del litigio para
solidarizarse con las víctimas
del ataque.
Por su parte, el jueves viajó a Formosa el defensor
adjunto del Pueblo de la
Nación, Juan Mínguez. Estuvo con los *qom* y se
interiorizó sobre el caso,
pero sin lograr que Insfrán ni ninguno de los
integrantes de su gabinete lo
recibiera.
Prueba del clima que flota en las altas esferas del
poder provincial fue la
expresión desencajada con la cual el ministro de
Gobierno, Jorge González,
acudió a una reunión parlamentaria para dar las
explicaciones del caso. En
esa ocasión, el funcionario farfulló una débil
defensa del accionar
policial, antes de sincerarse con las siguientes
palabras: “No sabemos cómo
seguir manejando este conflicto”. A su lado,
el jefe de la Policía de
Mendoza, Bernabé Escobar, lucía un rictus apesadumbrado.
En el aspecto estrictamente fáctico de lo
ocurrido tomó intervención el juez
Gabriel Garzón, quien no dudó el liberar a todos
los detenidos, además de
dictar la eximisión de prisión al líder de la
comunidad *qom*, Félix Díaz.
Éste, tras reaparecer en La Primavera, agradeció
las muestras de apoyo
recibidas, aunque sin dejar de destacar la inseguridad
jurídica en la que
oscila la existencia de su gente. “No tenemos abogados
ni herramientas para
defendernos”, fueron sus exactas palabras.
Lo cierto es que, mientras el gobierno de Insfrán
se sacude al compás de su
peor crisis, las dos víctimas fatales de la
represión –el aborigen Roberto
Gómez y el policía Eber Falcón– merecen, desde luego,
justicia por igual.
Fuente: Miradas al Sur
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Entrevista néstor elías “Los qom no son de temer: es una
comunidad muy
pacífica y tolerante”Publicado el 28 de Noviembre de 2010
Por Christian Boyanovsky Bazán
El periodista relevó la vida y costumbre de este pueblo
durante 12 años=
Eduardo Visco: Periodista y Escritor
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